martes, 29 de junio de 2010

60 años agridulces

Guardianes de Tian'an men


    Voy a ser honesto, siento un profundo desprecio por la mayor parte de los políticos que gobiernan de una u otra manera este mundo en mayor o menor grado (no hacia la política en sí). Desde que tengo conciencia política, dicho sentimiento no ha hecho más que seguir una estrepitosa curva ascendente que nunca se detiene y que empeora constantemente. Dicho desprecio tampoco está dirigido hacia ninguna bandera política en particular, las abarca a todas, porque preocuparse por la gente y su bienestar no es meramente una cuestión política sino una cuestión del corazón y de amor hacia el género humano. Las personas honestas, genuinas y que verdaderamente sienten eso no son ni de izquierda ni de derecha. Y los que siguen este blog saben que el gobierno chino y sus políticos no son una excepción en la curva de mi desprecio hacia aquellas personas que encontrándose en una situación de poder hacen uso y abuso de ella en favor de intereses personales o de unos pocos. 

Por motivos laborales me tocó pasar dos semanas en Beijing en septiembre pasado, en el instante previo inmediato al gran festejo del aniversario de los 60 años de la República Popular de China fundada el 1ro de octubre de 1949 por el genocida Mao Zedong y sus tropas. He ido a Beijing una decena de veces en los últimos 3 años y es una ciudad que aprecio mucho y en la cual disfruto pasar tiempo. Cuando llegué esta última vez, me encontré con una ciudad vestida de gala preparándose para una gran fiesta por venir pero paralelamente una ciudad que parecía estar al borde de una guerra. El operativo de seguridad era lo más similar al de una ciudad que está por ser bombardeada. En cada esquina en las zonas cruciales de la ciudad se agrupaban policías de escuadrones especiales armados hasta los dientes escoltados por camionetas de última generación. La policía regular se encontraba dispersa en el resto de las cuadras donde caminan millones de personas de todo China y el mundo que visitan Beijing diariamente. Según me comentaba gente (chinos) en quienes confío, había también una gran cantidad de policías encubiertos tanto en las calles como en el transporte público. Cada estación, de todas las líneas de subterráneos contaba con su propia estación de rayos X y agentes de seguridad para el control individual de cada bolso o equipaje portado por los que conmutan día a día en la ciudad. Demás está decir que luego de dos cambios de estación, la experiencia de viajar en subterráneo se volvió miserable ya que montar y desmontar la mochila que uno lleva por cada cambio de estación, junto con las miles de personas que viajan con uno, tal como control de seguridad de aeropuerto, pero en una ciudad donde conmutan millones de personas diariamente, es por demás una experiencia fastidiosa.

Zona de guerra

Y es en este tipo de situaciones donde las hipocresías afloran más que nunca. Mucho he escrito ya sobre las situaciones particulares de las minorías étnicas en China, principalmente los tibetanos cuyo país ha sido invadido por el Ejército Rojo de Mao hace más de 60 años y de los Uighur en Xinjiang muchos años atrás, entre otras minorías. Y lo que cabe mencionar a los fines de este texto es que la situación entre tibetanos e uighurs con chinos Han, sigue en estado constante de tensión y sin mejorar. Esto deviene en un sinfín de medidas implementadas por el gobierno para seguir cercenando las pocas libertades de ambas etnias, restringir su contacto con el mundo exterior y por otra parte haciendo uso de un enorme aparato propagandístico que diariamente pinta realidades diferentes por la TV y la prensa, no sólo hacia el mundo sino hacia los mismos chinos. El engaño es constante.
Por eso pasear por Beijing durante el festejo de los 60 años de la República resultó un paseo agridulce. El clima festivo y la alegría de la gente que no ve el trasfondo, que no lee entre líneas y que vive una realidad paralela es lo lindo aunque en su mayor parte sea una belleza basada mayormente en ignorar. El operativo policial/militar era ya de por sí irritante pero lo peor viene cuando uno camina por calles empapeladas con carteles mostrando una China unida donde todas su minorías viven en armonía. En los túneles de los subterráneos se veían carteles iluminados, con la leyenda: “CHINA 1949-2009” y la imagen de alguna persona de una minoría étnica sonriendo, alegre. Y nada más alejado de la realidad. Durante 2008 y 2009 hubo levantamientos y fuertes protestas tanto en las provincias “autónomas” de Xinjiang y Tibet como en provincias aledañas donde viven dichas minorías, las cuales el gobierno no hesitó en reprimir con mano de hierro, con persecuciones y encierros que se prolongaron durante los meses posteriores.
En un reciente viaje a la provincia de Xinjiang, en una conversación callejera que mantuve con un Uighur en la ciudad de Urumqi, me decía casi al oído y a manera de confidencia, en un chino fracturado: “esta gente no nos quiere” mirando a los chinos Han que pasaban alrededor. Más adelante en la provincia de Qinghai el miedo de los tibetanos a hablar de algo se siente muchísimo mayor aún.

Y si las cosas son tan pacíficas como se quieren pintar, por qué habría necesidad de semejante operativo policial? Por qué montar carteles de minorías felices y por otro lados condenarlas públicamente como subversivas simplemente por luchar por un poco más de libertad?

Estado policial.

Cuando uno ve que la minoría sufre y el monstruo sonríe sin mostrar los dientes, ostentando unidad con un cinismo inefable no nos queda más que la impotencia, y eso duele. También duele que millones de chinos Han decentes e inocentes sean arrastrados a la misma bolsa, cuando una enorme porción de ellos mismos no creen en el discurso hipócrita de su propio gobierno, y el resto son de alguna u otra manera manipulados y eventualmente llevados a la enemistad con la minoría de manera injusta y perversa.

Como siempre, el poder de unos pocos manipula a las masas y juega con ellas como titiritero de una obra perversa. Y eso es lo que muchos políticos, de todo el mundo sin excepción y cada uno dentro de sus propias idiosincrasias, intentan hacer con nosotros y no debemos permitir. Y a veces es una pena que la enorme, veloz y en muchos aspectos muy positiva evolución de China sea manchada por cosas como esta, y eso es algo de lo que muchos chinos son muy conscientes y muchos tratan de cambiar.

Nacionalismo en los hutongs

Qué mirás?

Mirando al  pasado y caminando al futuro. Tian'an men 10-2009

La foto con Mao. Un clásico. Triste.

Bajada de bandera. Tian'an men

No es el aeropuerto, es cada estación de metro en Beijing

Propaganda, inmunda propaganda

Propaganda, inmunda propaganda

Watch your hand. Cuidado con la mano.